No estás roto/a, solo estás desconectado/a

Hay momentos en los que todo parece estar en su sitio: tienes trabajo, una rutina, haces lo que “toca”. Desde fuera, nadie diría que hay un problema. Pero dentro, algo no encaja. Te sientes apagado/a, sin energía, como si estuvieras sobreviviendo más que viviendo. Puede que no sepas exactamente qué te pasa, pero sabes que no estás bien.
Y entonces aparece esa vocecita interna que dice: “¿Y si el problema soy yo?”. Empiezas a pensar que te falta algo. Que estás roto/a, desajustado/a, que deberías ser más fuerte, más decidido/a, más agradecido/a. Te comparas. Te juzgas. Te exiges. Pero la verdad es otra: no estás roto/a, solo estás desconectado/a.
¿Qué significa estar desconectado/a de uno mismo?
Estar desconectado/a no es un diagnóstico, es una experiencia muy común, aunque muchas veces no se hable de ella. Es cuando sientes que vives en piloto automático. Que haces cosas por inercia. Que respondes a lo que los demás esperan, pero has perdido el contacto con lo que tú realmente sientes, piensas o necesitas.
Estas son algunas señales que suelen aparecer cuando estamos desconectados:
No sabes lo que quieres, pero sabes que no es esto.
Te cuesta tomar decisiones, porque ya no tienes claro desde dónde hacerlo.
Te identificas con frases como “me siento vacío/a”, “estoy perdido/a” o “no me reconozco”.
Tu cuerpo habla: cansancio crónico, tensión, apatía, bloqueos físicos o emocionales.
Vuelves a patrones de relación que no te hacen bien, pero no sabes cómo salir de ahí.
No es debilidad, es una llamada
La desconexión no es un fallo, es una señal. Algo dentro de ti está intentando decirte que el camino que estás recorriendo no es del todo tuyo. Que estás necesitando parar, escucharte, reordenar. Y eso no tiene nada que ver con debilidad o falta de voluntad. De hecho, muchas personas muy fuertes y resolutivas se desconectan porque han aprendido a tirar adelante a toda costa, incluso cuando eso implica dejarse a sí mismas para el final.
La clave no está en forzarte más, sino en cambiar la dirección de tu mirada: de fuera hacia dentro.
¿Cómo empezar a reconectar contigo?
Reconectar con uno/a mismo/a no es algo que se logra en un solo día, pero sí se puede empezar con pasos pequeños y conscientes. Aquí van algunas ideas que puedes aplicar:
Baja el ruido externo. Deja de buscar más información, más consejos, más opiniones. Crea un espacio sin tanto estímulo para que tu propia voz pueda aparecer.
Hazte preguntas incómodas. ¿Qué estoy sosteniendo que ya no quiero sostener? ¿A qué le tengo miedo? ¿Qué me da vergüenza admitir?
Escucha tu cuerpo. El cuerpo muchas veces sabe antes que la mente. ¿Dónde sientes tensión? ¿Qué te da alivio? ¿Dónde se te corta la respiración?
Acepta que no tienes que tener todas las respuestas. Reconectar no es tenerlo todo claro, es empezar a permitirte no tenerlo, sin castigarte por ello.
Pide acompañamiento si lo necesitas. A veces no basta con pensarlo todo por tu cuenta. Un espacio seguro y externo puede ayudarte a ver lo que tú solo/a no estás pudiendo ver.
Lo que acompaño en Inherentia
En Inherentia no ofrezco soluciones rápidas ni fórmulas vacías. Lo que propongo es un proceso estructurado, empático y flexible, pensado para personas que, sin estar en una crisis clínica, se sienten estancadas, confundidas o vacías. Personas que quieren entenderse mejor, ordenar lo que sienten, y empezar a moverse desde un lugar más coherente.
Si estás en un momento así, quiero que sepas que no estás solo/a. Y que no, no estás roto/a.
Solo te has alejado de ti, y eso se puede revertir. No desde la culpa, sino desde la escucha.